EL IMPACTO DEL TURISMO EN LAS EXPRECIONES ARTESANALES DE YUCATÁN
Luz Elena Arrollo
En la península de Yucatán la actividad turística ha tenido un incremento constante gracias a la importancia de sus zonas arqueológicas y playas; esto ha favorecido una intensa actividad comercial relacionada con las artesanías. Al turista se le ofrecen objetos artesanales de todo tipo: productos chatarra, souvenirs semindustriales con un toque artesanal, e incluso productos tradicionales de gran calidad. Además, para satisfacer a un nuevo consumidor han surgido nuevas artesanías y se han modificado las ya existentes.
Un ejemplo de estas artesanías lo ofrecen las figuras de madera tallada que se realizan en las comunidades cercanas a la zona arqueológica de Chichén Itzá, entre las cuales se encuentran: Pisté; Xocempich; Yaxché, municipio de Dzitas; Cahua y Cuncunul; y Yaxuná y Popolá, municipio de Yaxcabá.
Alrededor de los años noventa, a la crisis agrícola que afectaba al campo yucateco se suman dos más: una de carácter económico, la crisis de diciembre de 1994 que afecta desfavorablemente hasta a la industria de la construcción en Cancún, y otra, relacionada con fenómenos naturales: los huracanes Ópalo y Roxana que azotaron con gran fuerza la región. La zona turística de Cancún representaba un alivio para la difícil situación de los campesinos mayas, pero en esa época la mayoría perdió tanto sus cosechas por las inclemencias del tiempo, como la posibilidad de emigrar a Cancún en busca de trabajo. Para estas comunidades la elaboración de figuras de madera tallada fue la opción que les permitió sobrevivir, el único recurso ante la situación desesperada en que se encontraban.
Con este propósito comenzaron a elaborar figuras de madera de 20 ó 50 centímetros de altura, algunas decoradas con chapopote o pintura vinílica y pulidas
con grasa de zapatos y cepillo, para darles un brillo especial. Se elaboraron con una madera suave, abundante en la zona, conocida como chaká (Bursera Simaruba (L) SARG). Estas figuras, según los artesanos, eran interpretaciones de “dioses mayas” o “ídolos”, aunque en realidad parecían “totems canadienses” por su forma triangular, lo cual se debía principalmente a la falta de experiencia en la talla de volumen, ya que ésta era una actividad que no realizaban anteriormente.
La falta de herramientas adecuadas también determinó su forma, al cortar el tronco con machete y quitarle la corteza de la misma manera, quedando un trozo de forma triangular. Sobre ese trozo de madera se dibujaba con lápiz lo que se iba a tallar y con la punta de la coa muy afilada se comenzaba a devastar la figura hasta darle la forma deseada. Llama la atención la destreza para la talla, lo cual nos muestra la gran habilidad de los campesinos mayas; habilidad probablemente ancestral que durante un tiempo se practicó sólo para elaborar objetos muy sencillos o cortes relacionados con la manufactura de sus casas u otros productos de autoconsumo.
Poco a poco la elaboración de estos “ídolos” se fue extendiendo por las distintas comunidades, hasta convertirse en una actividad muy importante que se mantiene hasta la actualidad, en que se calcula que hay cerca de 2 mil artesanos que complementan sus actividades agrícolas o de servicios turísticos con la elaboración de estos productos. Estos “ídolos” ya se pueden encontrar en casi todos los centros de importancia turística de Yucatán. Por ejemplo en Izamal, en Uxmal, y en toda la zona del Caribe.
Los primeros talladores de madera llegaron a la zona provenientes de Muna, donde la talla en madera se introduce también por los años sesenta ante la creciente importancia de la zona arqueológica de Uxmal. Surgen ahí grandes talladores que aprenden el oficio gracias a maestros especializados que les enseñan la técnica del tallado en madera, tanto que desde entonces se incorpora la materia de artesanías al programa de enseñanza de la escuela secundaria local, y se ha convertido en el oficio de muchos jóvenes.
Al principio los talladores sólo vendían sus productos en Chichén Itzá, posteriormente otros se instalaron en Pisté, municipio de Tinum, que es la comunidad aledaña a la zona arqueológica. Ahí desarrollaron todo un estilo los talladores de Muna, que siguen siendo los más afamados y que son contratados incluso para proyectos museográficos. Don Antonio Salazar, reconocido maestro, que fue el primero en impartir esta materia en la secundaria, fue contratado para realizar figuras talladas en madera y piedra en algunos museos y en Epcot Center, en Estados Unidos. Después de su muerte su lugar lo ocupó un sobrino igualmente creativo y talentoso para realizar las tallas.
La demanda de figuras talladas y la posibilidad de consumir con abundancia la madera de la zona, y sobre todo una madera suave, provocó que se desarrollara una nueva artesanía para tener más productos que ofrecer a los turistas. Los comerciantes y artesanos de Pisté comenzaron a experimentar y hacer nuevos modelos de figuras talladas que tuvieron mucho éxito y aumentaron la demanda en pocos años; sin embargo, el chaká comenzó a escasear en las inmediaciones de Pisté, y aunque ésta es madera de un árbol relativamente fácil de reforestar, en los primeros años no se preocuparon por hacerlo.
Los artesanos y comerciantes de Pisté, por lo general con nexos familiares en las comunidades cercanas, estimulan a sus parientes para que les elaboren los “ídolos” ante la apremiante necesidad de obtener recursos y satisfacer a la demanda. En un principio los realizan sin acabado, pues los vendedores de Pisté los terminaban frente a los turistas como un valor agregado, pero posteriormente estos nuevos artesanos comenzaron a pintarlos ante la posibilidad de ganar un poco más
El caso de los artesanos de Popolá, municipio de Yaxcabá, Yucatán, es significativo para ilustrar cómo se da este proceso en la zona. Aureliana aprende a tallar de sus parientes en Pisté. Su esposo Goyo vende los “ídolos” que fabricaron en la semana para obtener algunos ingresos importantes en las épocas de crisis. Los demás miembros de la comunidad perciben esta posibilidad de obtener recursos y le piden a Aureliana que les enseñe el oficio. Ella enseña a todo el que quiere aprender y surgen así nuevos artesanos, inclusive los niños comienzan a tallar la madera. Estos nuevos artesanos se van a Pisté a buscar clientes, con buenos resultados. Lo mismo sucede en otras comunidades.
Los instrumentos de trabajo que utilizan son muy elementales: machetes, cuchillos, puntas de coa amarradas a un mango de madera, brochas, recipientes, el cepillo de zapatero y la grasa de zapatos (necesariamente la de origen vegetal y no derivados del petróleo, cosa que aprenden de los talladores de Muna). La elaboración de los productos con estos instrumentos tan elementales conlleva un sinnúmero de riesgos y de accidentes en las manos y en las piernas mientras están tallando. En Popolá no existe servicio médico y los accidentes deben ser atendidos con sus propios medios, lo mismo que en otras comunidades.
Entre los artículos que comienzan a ocupar el gusto de los turistas se hallan las máscaras, que también, según los artesanos, representan dioses mayas y que están elaboradas con más detalle, utilizando la técnica del calado. De esta forma se han sumado nuevas técnicas, productos y modelos como las cabezas de jaguar y de otros animales. Otros diseños han sido adoptados a través de cursos de capacitación que ha impartido la Casa de las Artesanías del gobierno del estado, con la intención de mejorar sus acabados y el uso de herramientas que les permitan desperdiciar menos madera y facilitar su trabajo. Por otro lado, se ha impulsado la reforestación del chaká, que ante el uso intensivo de los árboles en los últimos años puede generar problemas a mediano plazo. Otros organismos, inclusive privados, como la Fundación Cultural Yucatán, se han preocupado por fomentar también el desarrollo artesanal de los talladores de la comunidad de Yaxuná.
Muchos de los niños que aprendieron a realizar estas tallas son ahora adultos que han podido sortear sus necesidades y tener mayores recursos a través de la práctica de esta actividad. Hoy es común ver a jóvenes que necesitan ingresos para estudiar en comunidades aledañas, quienes con el tallado de sus productos pueden financiar sus gastos de transporte o sus útiles escolares.
La actividad artesanal ha demostrado en este caso su valor como alternativa económica frente a las crisis; además de la recuperación de una habilidad ancestral que se utilizaba solamente para la elaboración de objetos de autoconsumo, ahora representa una actividad comercial dirigida al mercado turístico.
Luz Elena Arroyo es antropóloga.
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