José Carreño Carlón
Gerardo Unzueta Primera.
Dudé mucho hacerla pública; hoy, cedí a la exigencia de compañeros de aquellas fechas: “¡Eso debe publicarse; es lealtad histórica!” Tal vez también así se hará justicia a una persona que sigue en la brega, aunque alejada de las fi las partidistas.
Serían las 6:30 de la tarde del 26 de julio. Un millar de personas culminábamos en el Hemiciclo a Juárez una marcha de solidaridad con la siempre amenazada Revolución cubana, cuando llegó hasta nosotros un conjunto, un tanto desorganizado, de jóvenes que ostentaban ropas desgarradas con huellas de sangre. Eran quienes dos días antes habían sufrido agresión gubernamental en la Vocacional 2. Agitados, pidieron la palabra para intervenir en nuestro acto; allí denunciaron la invasión de su escuela —que El Universal calificó de “Torpe jornada policiaca”— y nos invitaron a marchar con ellos hasta el zócalo. El oradorcito lanzó la pregunta: “¿Están ustedes dispuestos a protestar con nosotros? ¡Habrá garrotazos!”
Arturo Martínez Nateras, quien dirigía el acto, me buscó con la vista, pues yo me hallaba al otro lado de la calle. Con un elocuente gesto reclamó mi acuerdo. Era un caso de urgente solidaridad; le contesté con un inequívoco movimiento de cabeza. Iniciamos la marcha.
No llegamos lejos: en Madero, casi con Bolívar, nos cerró el paso un batallón de granaderos disparando sus pistolas de gases. A quienes quisieron continuar la marcha, los tundieron a palos.
Volvimos al Hemiciclo. Allí se escucharon las primeras voces anunciando la suspensión de clases en el IPN. Otras aseguraron que también en la UNAM se declararía la huelga. Esa misma noche comenzaron las aprehensiones y los asaltos. El 28 de julio tuve el honroso mérito de encabezar la lista de los detenidos, según El Universal.
Segunda. Muchos análisis “a toro pasado” se han hecho sobre la trascendencia del movimiento estudiantil del 68. Yo quise volver a los momentos mismos en que se desarrolló el fenómeno. Para ello acudí a textos escritos entre agosto y fi nes de noviembre, hallando valiosos testimonios sobre “la vigencia actual y la trascendencia de las espléndidas luchas” que entonces transcurrieron. El espacio asignado no da para presentar la riqueza del análisis de un preso político detenido precisamente el 27 de julio y declarado formalmente preso junto con 36 personas más acusadas de siete delitos del orden común y cuatro del orden federal; pero sí para descubrir en el movimiento “una lucha política de todo el pueblo y como parte del pueblo… en que cristalizan los intereses de todo lo honrado, todo lo avanzado y progresista de nuestro país… una lucha que fue atacada y sangrientamente reprimida en interés del gran capital, de los oligarcas, en favor de quienes hoy se hace la política en nuestro país”.
Las razones de la sevicia con que se atacó al movimiento se hallan en el escrito “Algunas cuestiones fundamentales del movimiento” si se considera que la acción estudiantil es parte orgánica de los esfuerzos del pueblo mexicano por reconquistar la democracia, por abrir cauce a un estilo de gobernar que tome en consideración a todas las fuerzas surgidas a la vida política del país en los últimos 30 años e introduzca cambios radicales en la estructura económica de la nación…
Me han asombrado la lucidez —que quizá sólo da la cárcel— con que esos escritos (recogidos en el folleto Cartas desde la prisión. Sobre el movimiento estudiantilpopular) abordan uno de los hechos más trascendentes de la segunda mitad del siglo XX.
Debo aceptar que estoy muy satisfecho de este reencuentro.