La "Decena Trágica", episodio que detonó una nueva fase de la Revolución Mexicana
Información: JLB
Comunicado No. 209/2010
09 de febrero de 2010
Comunicado No. 209/2010
09 de febrero de 2010
***Hoy se cumplen 97 años de la asonada que derivó en la lucha por la conquista de la democracia y el fortalecimiento del poder que emergía de la insurrección

A menudo a los habitantes de la ciudad de México se nos olvida que, en sus calles y en algunos de sus edificios, aún en pie, se llevaron a cabo eventos importantísimos que delinearon la historia de nuestro país. Esta afirmación se vuelve dramática si nos referimos a los sucesos históricos conocidos como la Decena trágica, 10 días que enmarcan la caída del primer régimen democrático surgido en México en siglo XX y también la usurpación del poder y posterior dictadura del general Victoriano Huerta.
Hay muchos libros sobre la Decena trágica, muchos historiadores, de antes y de ahora, se han tratado de explicar la enorme cantidad de hechos que derivaron en la caída de la presidencia democrática de Francisco I. Madero y su posterior asesinato, junto al vicepresidente José María Pino Suárez, a manos de un caudillo militar que tuvo entre sus méritos la osadía de esperar el momento oportuno, además de mentir, jurar en vano e incumplir sus promesas.
La rebelión se inició el 9 de febrero, a las afueras de la ciudad de México, cuando los generales golpistas Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz convencieron de levantarse en armas a un puñado de soldados del pueblo de Tacubaya y de la Escuela de Aspirantes de Tlalpan. De ahí se dirigieron a liberar a otros sublevados que estaban presos. Los generales Bernardo Reyes, recluido en Santiago Tlatelolco y Félix Díaz —sobrino del depuesto Porfirio Díaz— preso en la penitenciaría de la ciudad. De ahí marcharon hacia Palacio Nacional, en el Zócalo, donde fueron repelidos por el general Lauro Villar.
En el Asalto a Palacio cayó acribillado el general Bernardo Reyes, padre del filósofo, escritor, ensayista y diplomático Alfonso Reyes. Su hermano, Rodolfo Reyes, se aliaría con Huerta y formaría parte de su gabinete en la cartera de Justicia.
Francisco I. Madero salió del Castillo de Chapultepec escoltado por los cadetes del Colegio Militar, acompañado de amigos y miembros de su gabinete. A este hecho se le conoce como “Marcha de la Lealtad”. En el camino se detiene frente al Palacio de Bellas Artes, en la fotografía Daguerre, para cubrirse del fuego cruzado. Allí, su secretario de Defensa (Ángel García Peña) le propone nombrar a Victoriano Huerta comandante de las fuerzas federales, en sustitución de Villar, que había resultado herido. De mala gana, Madero accede. En Palacio Nacional Madero reorganiza la defensa y ordena a Huerta combatir a los generales rebeldes refugiados en La Ciudadela (que era un cuartel, y donde ahora se halla la Biblioteca de México José Vasconcelos). A espaldas de Madero, Huerta ya conspira y espera la oportunidad para hacerse con el poder.
La Embajada estadounidense
Muchos historiadores se preguntan cómo pudo ser posible que Madero fuera tan ingenuo y se pusiera en manos de sus enemigos, desoyendo los consejos y advertencias de personajes cercanos, entre ellos, su propio hermano, Gustavo A. Madero, quien le advirtió de una reunión de Huerta con el sublevado Félix Díaz, conocido como “el sobrino de su tío”.
Otros, como Lorenzo Meyer, atribuyen a un hecho fortuito —la bala que hirió al heroico general Lauro Villar—, el insospechado ascenso de Huerta a la comandancia del ejército: “Si el general Villar no hubiera sido herido —hecho más que probable— y hubiera seguido al frente de las tropas leales y con refuerzos como los que poco después proporcionó el general Felipe Ángeles, se hubiera podido acabar con Félix Díaz y, en esas condiciones, la intentona fallida de golpe de Estado hubiera fortalecido a Madero.
“Así pues, la bala que hirió al general Villar y la furia reaccionaria que estaban detrás de quien la disparó causaron un efecto enorme en la historia política de México en el siglo XX, pues finalmente hicieron que de las cenizas del maderismo moderado surgiera algo imprevisto: una verdadera revolución”.
También los hechos apuntan a la determinante intervención del embajador de Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, quien conspiró primero con Félix Díaz y, después con Huerta, para volver a instaurar la pax porfiriana, es decir, las enormes concesiones que el gobierno de Porfirio Díaz había dado a empresarios estadounidenses para la explotación de recursos naturales en México, como el petróleo.
Para Paco Ignacio Taibo II, autor de Temporada de zopilotes: Una historia narrativa de la Decena Trágica, la penosa intervención de Lane Wilson no fue, con mucho, la de un diplomático: “Es el embajador de México más ‘marrano’ que he visto a lo largo de toda mi vida…” Y agrega: “Es un canalla, mentiroso y conspirador. Falsificó documentos, se inventó cartas, pidió la intervención norteamericana una y otra vez. Le había pedido a Madero que le diera para un ‘negocito’ y Madero lo había botado, entonces este embajador se vuelve la quinta pata de la mesa de la conspiración para derrocar la apenas naciente república y el asesinato de los hermanos Madero”.
El 17 de febrero de 1913 el general Aureliano Blanquet hizo prisioneros en Palacio Nacional al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez. Mientras, el embajador norteamericano ofreció la embajada para una reunión de los generales Félix Díaz y Victoriano Huerta. Allí se firmó el llamado Pacto de la Ciudadela, conocido como Pacto de la Embajada, donde acordaron las renuncias de Madero y Pino Suárez, así como la llegada de Huerta a la presidencia provisional, mientras que Díaz, se aprestaría a contender —y eventualmente ganar— en las futuras elecciones. También se acordó la lista del gabinete de Huerta, propuesto por Díaz. Mas el sobrino de Porfirio Díaz pecó de ingenuo también, pues una vez en el poder el usurpador lo mando a una efímera embajada a Japón, a donde nunca llegó.
El embajador Lane Wilson también persiguió a su compatriota, el periodista de izquierda John Kenneth Turner, quien llegó a México fingiendo ser millonario y escribió la memorable crónica México bárbaro.
De Palacio Nacional al palacio negro de Lecumberri
Una vez signado el infamante Pacto de la Embajada, Huerta comenzó su propia asonada. Ordenó la ejecución de Gustavo A. Madero. También convenció al Secretario de Relaciones Exteriores del gobierno maderista, Pedro Lascuráin, de que convenciera a Madero y Pino Suárez, de firmar su renuncia. Juró ante una imagen de la Virgen de Guadalupe que los dejaría partir al exilio, junto a sus familias, en un tren que los llevaría a Veracruz y, posteriormente en barco a Cuba.
Una vez obtenida la renuncia, Pedro Lascuráin, fue nombrado presidente interino de México. Este acto se consuma el mismo 18 de febrero. Su presidencia duró 45 minutos, tiempo en el que nombró a Huerta secretario de Gobernación y renunció a la Presidencia, consumándose así el golpe de estado “legal”, de una “falsa guerra” orquestada por las circunstancias y aprovechada por el usurpador, “personificación misma de la villanía”, a decir de Meyer.
El 22 de febrero de 1913, después de las 22 horas, Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, presos en la intendencia de Palacio Nacional, son obligados a vestirse y a subir a dos automóviles. Finalmente, son asesinados a un costado del Palacio Negro de Lecumberri (hoy archivo General de la Nación).
No obstante, las cosas no fueron bien para Victoriano Huerta, el nuevo presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson (subió al poder el 4 de marzo de 1913) se negó a reconocer al presidente golpista. A la postre, movió a su principal aliado, el embajador Lane Wilson, y en su lugar nombró a su “representante personal” John Lind. Los generales del norte se agruparían contra la usurpación e ilegalidad y se daría inicio a la etapa constitucionalista encabezada por Venustiano Carranza, entonces gobernador de Coahuila, iniciando una nueva etapa de la Revolución.
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