Leopoldo Zea, filósofo de la unidad latinoamericana
Comunicado No. 975/2010
30 de junio de 2010
***Conaculta rinde homenaje al autor de El pensamiento latinoamericano, en el 98 aniversario de su nacimiento

El filósofo mexicano Leopoldo Zea es recordado por sus aportaciones a la idea de una Latinoamérica unida, no sólo como una utopía sino como un proyecto acorde con el devenir histórico. Defendió la producción de ideas filosóficas en la región y además demostró que los hechos históricos no son independientes a las ideas que, de la misma forma, no son algo abstracto sino reacciones a determinadas situaciones de la vida humana.
Leopoldo Zea (30 de junio, 1912-8 de junio, 2004), a quien Conaculta rinde homenaje en el 98 aniversario de su nacimiento, tuvo una infancia llena de privaciones por su humilde origen. En su memoria permanecerán los recuerdos de la Revolución Mexicana, como los casquillos de las armas con las que jugaba a los soldados o el impacto de ver la ensangrentada ropa de Emiliano Zapata, asesinado un día antes, exhibida en un escaparate de las calles de Plateros.
Termina la primaria en 1924, y comienza a leer a los clásicos en los libros que edita José Vasconcelos, secretario de Educación Pública, como la Ilíada de Homero; la Odisea; la Eneida de Virgilio, la Divina Comedia de Dante, Tagore y muchos más. A éstas se unirán más tarde los clásicos de Bergua que venían de España.
Dueño de una voluntad férrea, el joven Zea supo abrirse camino trabajando como mensajero en los Telégrafos Nacionales, y prosiguió sus estudios hasta ingresar en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde conoce al filósofo Samuel Ramos. Su natural inteligencia y aplicación le valen el apoyo de un filósofo llegado a México con el exilio español, su maestro José Gaos, quien lo recomienda con Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas para obtener una beca en la Casa de España en México, que luego será El Colegio de México.
Bajo la influencia de Gaos, en 1942 escribe su tesis de maestría sobre El positivismo en México. Zea recuerda en su autobiografía en tercera persona que “en 1943 se le otorga la maestría por la primera parte del trabajo. En 1944 el doctorado por la segunda parte, que además se hace merecedora al Magna Cum Laude.” Dicho trabajo le abrirá las puertas como profesor en la Preparatoria Nacional y más tarde en la máxima casa de estudios del país. Ese mismo año ocupa la cátedra de Filosofía de la Historia, ante la renuncia de Antonio Caso.
Aportación académica
A partir de 1945 Zea trabaja en su materia por excelencia: el pensamiento latinoamericano, siguiendo las línea trazada por los precursores argentinos: José Ingenieros, Alejandro Korn y Coriolano Alberini. Coinciden el apoyo de la Fundación Rockefeller, la universidad de Harvard y el proyecto colectivo coordinado por Silvio Zavala: Historia de las ideas contemporáneas en América.
Becado, Zea recorre el continente tejiendo una red de contactos con pensadores de América, con los cuales seguirá elaborando sus estudios durante décadas: Francisco y José Luis Romero en Argentina, Raúl Roa en Cuba, Danilo Cruz Vélez y Germán Arciniegas en Colombia, Arturo Ardao en el Uruguay, Francisco Miró Quesada en el Perú, Benjamín Carrión en Ecuador, Joao Cruz Costa en Brasil y Mariano Picón Salas en Venezuela, entre otros.
Autor de más de 50 títulos, su línea bibliográfica “abarca desde Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica (1949) hasta Discurso desde la marginación y la barbarie (1988), pasando por América como conciencia (1953); América en la historia (1957); El pensamiento latinoamericano (1965) y Filosofía de la historia en América (1976), entre otros textos seminales para nuestra región.
En 1947 fundó, en la Facultad de Filosofía y Letras, el Seminario de Historia de las Ideas en América. En 1954 fue designado investigador de tiempo completo del Centro de Estudios Filosóficos de la UNAM; vendría luego la dirección de la Facultad de Filosofía y Letras (1966-1970). Durante su periodo como director fundó el Colegio de Estudios Latinoamericanos (1966); más adelante funda el Centro Coordinador y Difusor de los Estudios Latinoamericanos de la UNAM (1978). En misión de amistad recorre países recientemente descolonizados o en proceso de revolución de África (1961) y Asia (1964). En 1972 visita España por primera vez.
Zea dirigió las revistas Historia de las ideas en América (1959-1961) y Deslinde (1968-1970), las colecciones México y lo mexicano y Latinoamérica (1952 y 1978). Recibió los premios Nacional de Ciencias y Artes en el área de Filosofía (1980) y el Gabriela Mistral de la OEA (1987). Presidió en 1985 la Sociedad Interamericana de Filosofía y en 1987 coordinó la participación mexicana en el Quinto Centenario del Descubrimiento.
Las ideas en Latinoamérica
“Preocupación central de Leopoldo Zea, que madura con sus experiencias nacionales y latinoamericanas, será, precisamente, la de engarzar el pensamiento o filosofía hispana, ibero o latinoamericana en el contexto del pensamiento sin más, de la filosofía como una expresión más de un quehacer que no se limita a una región de la tierra”, escribió el filósofo en su autobiografía intelectual, en tercera persona, publicada en la revista Anthropos (1988).
Paralelamente a sus ensayos sobre la producción filosófica latinoamericana, escribe otros trabajos en los que expresa la preocupación por insertar el filosofar y pensar de la región en la auténtica universalidad. Otra preocupación será organizar una política de la cultura que haga de estas ideas motores al servicio de la región. Así organiza en el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, el Comité de Historia de las Ideas, donde coordina los trabajos sobre este tema en América Latina.
El filósofo argentino Francisco Romero, lo presenta así en 1956 en la Universidad de Buenos Aires: “El joven filósofo cuyas palabras vamos a escuchar, es una de las figuras más brillantes y más meritorias de la filosofía hispanoamericana. Estos dos adjetivos se completan para definirle, porque uno califica la profundidad y la intensidad de su meditación, y el otro, la eficacia y trascendencia de su obra, enérgicamente consagrada a servir los más altos intereses de la cultura de nuestra América”.
Romero añade que Zea es, además, “un hombre puesto con todas las fuerzas del ánimo a la tarea de esclarecer y organizar nuestra vida espiritual, en una acción que reviste alcance continental y que, por lo mismo, es más que continental, pues contribuye al engarce de nuestra cultura en la cultura universal”.
José Gaos, al comentar Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica (1949), de Zea, dice que allí se expresa una filosofía que puede ser propiamente llamada latinoamericana, filosofía original deducida de la historia de las ideas de la región, filosofía de la historia.
Zea enfoca sus esfuerzos en este sentido, publicando trabajos como América como conciencia (1953), América en la historia (1957), hasta llegar a los títulos Filosofía de la historia americana (1976) y Discurso desde la marginación y la barbarie (1988), entre otros.
A la interrogante de ¿es posible la existencia de una cultura propiamente americana?, Zea propone: “Un filosofar que no sea simple cotejo o remedo de otro filosofar, sino un filosofar que se plantee los problemas propios de la circunstancia, como lo han planteado todas las filosofías que han hecho la historia de tal filosofía. Pregunta, pura y simplemente, sobre la propia y concreta identidad, por el propio y concreto ser, tal como lo hiciera el griego al preguntar sobre el ser en general. Pregunta ontológica encaminada a resolver los ineludibles planteamientos que origina la relación de los hombres con la naturaleza y entre sí.”
Entonces, ¿qué es el mexicano?, se interroga el filosofo y responde: “El mexicano es un hombre como todos los hombres, con posibilidades e impedimentos sobre lo que debe tomar conciencia para estimular unos y vencer otros”. Interrogante y respuesta que Zea extenderá a toda la región de la que es parte México en América. Tomó así sentido la pregunta sobre la existencia o posibilidad de una filosofía, una literatura, una ciencia y una cultura propiamente americanas. Leopoldo Zea falleció en el Distrito Federal en 2004.