Ignacio Manuel Altamirano impulsó la literatura como elemento de integración cultural de la nación

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Información: YUL
Comunicado No. 265/2011
12 de febrero de 2011

***Conaculta rinde homenaje al escritor, periodista, maestro y político en el 118 aniversario de su fallecimiento

Ignacio Manuel Altamirano, considerado el padre de la literatura nacional, escribió varios libros en los que afirmaba los valores nacionales; amó las leyendas, las costumbres y las descripciones del paisaje mexicano. Conaculta le rinde homenaje en el 118 aniversario de su fallecimiento, que se cumple este 13 de febrero.

Altamirano fue poeta, ensayista, crítico, cronista, cuentista, biógrafo, novelista, escritor, periodista, relator, historiador, maestro y político (1834-1893), sentó las bases de la instrucción primaria gratuita, laica y obligatoria. 

A los 15 años Ignacio Manuel Altamirano ganó una beca de estudios en el Instituto Literario de Toluca donde impartía cátedra Ignacio Ramírez El Nigromante quien, con el paso del tiempo, habría de convertirse en su entrañable amigo y mentor.

Estudió derecho en el Colegio de San Juan de Letrán; en 1854 interrumpió sus estudios y se trasladó al sur de Guerrero para unirse a la Revolución de Ayutla que buscaba derrocar a Santa Anna. Allí comenzó su carrera política.

     Posteriormente retomó sus estudios que en 1857 interrumpió nuevamente debido al estallido de la Guerra de Reforma. Finalmente en 1859 se tituló y con la victoria de los liberales Altamirano fue elegido diputado al Congreso de la Unión.

     En 1863 se unió a la lucha contra el Imperio de Maximiliano de Hasburgo y en 1865 fue nombrado coronel por el presidente Benito Juárez. Participó en el Sitio de Querétaro. En 1867 se retiró de las armas “mi misión con la espada ha terminado” expresó y se dedicó a las letras. 

     Fue diputado del Congreso en tres ocasiones y su labor legislativa versó en conseguir la educación primaria gratuita, laica y obligatoria; en su carácter legislativo impulsó la creación de observatorios astronómicos y meteorológicos así como la reconstrucción del telégrafo, también fungió como magistrado, presidente de la Suprema Corte de Justicia y oficial mayor en el Ministerio de Fomento.

     Su labor no cejó ahí pues el amor por la cultura y la literatura lo llevaron a organizar Veladas Literarias en su domicilio pues buscaba que la literatura mexicana fuera nacional de contenido pero con base en las ideas universales y fuese elemento de integración cultural de la nación.

     Su decidida apuesta por las ideas de progreso, su concepto del hombre y de la patria; su defensa de los valores indigenistas y su incansable actividad cultural, le valieron el reconocimiento en la historia de México: El reconocimiento por 50 años de labor docente que otorga el gobierno federal lleva su nombre y sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres.

     Junto con Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto fundó el Correo de México y la revista El Renacimiento, medio en el que invitó a participar a los intelectuales de todas las corrientes. El Renacimiento publicó a románticos, neoclásicos, conservadores, liberales, eclécticos, juaristas, progresistas, novatos, figuras consagradas, poetas bohemios, ensayistas renombrados, historiadores y hombres de ciencia.

     Altamirano formó parte de la generación del liberalismo ilustrado junto con Ignacio Ramírez, Francisco Zarco, Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacios; y de la generación de los escritores jóvenes a lado de Justo Sierra, Manuel Acuña, Manuel M. Flores, Juan de Dios Peza y Ángel del Campo.

     Fundó los diarios El Federalista, La Tribuna y La República y la primera Asociación Mutualista de Escritores de la que fue presidente. 

     Como docente tuvo una destacada labor en la Escuela Nacional Preparatoria, la Escuela de Comercio, la de Derecho, la Nacional de Profesores, entre otras.

     Como crítico literario subrayó la necesidad de superar la dependencia de los modelos europeos y de encontrar un estilo y una temática autóctonos, y manifestó su voluntad de crear una novela nacional, independiente de la europea, en la que los protagonistas fueran el indio, la historia mexicana y el paisaje nacional.

     Fue cónsul de México en Barcelona y París y realizó un postrer periplo por Italia. Falleció el 13 de febrero de 1893 en San Remo.

     Sus obras más importantes son: Rimas (1871), Clemencia (1869), Julia (1870), La navidad en las montañas (1871), Antonia (1872), Beatriz (1873, incompleta), Cuentos de invierno (1880), El Zarco (1901, publicada póstumamente),  Atenea (inconclusa) y Paisajes y leyendas (2 volúmenes, 1884-1949).