Me niego a seguir modas, a ceder, a ser complaciente: David Olguín

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Información: GJB
Comunicado No. 764/2010
21 de mayo de 2010

***El dramaturgo y director recibirá durante las Jornadas Alarconianas, que comienzan hoy, el Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón 2010, convocado por el Conaculta y el INBA, en colaboración con el Instituto Guerrerense de Cultura

Dos décadas y media inmerso en el teatro ha sido experiencia suficiente para que David Olguín (México, 1963) considere que  es la más difícil apuesta que existe en la escritura dramática.

Así lo expresa durante una entrevista con Conaculta en la que comparte algunas reflexiones en torno a su oficio luego de haber sido nombrado ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón, convocado por el Conaculta y el INBA, en colaboración con el Instituto Guerrerense de Cultura.

El reconocimiento se le otorga por su compromiso con el teatro mexicano expresado en su dramaturgia, su dirección de escena, así como por sus aportes como productor, editor y maestro de teatro. El jurado, que estuvo conformado por Jaime Chabaud, Hugo Hiriart y Martha Zavaleta, asegura que encontró en la obra de Olguín “una modernidad y capacidad expresiva que ya ha sido reconocida dentro y fuera de México, y está en pleno ascenso creativo…”.

     En principio comparte su sentir por esta distinción, de las más prestigiosas en nuestro país: “Me da un enorme gusto, son de esas cosas que te caen del cielo que no esperas. Creo que sí he trabajado mucho, hace 25 estrené mi obra de teatro y mi primer texto escrito”.

     Para Olguín, este premio es especial por varias razones en comparación a otros que se dan en México. Una de ellas es porque lo otorgan sus propios colegas, lo que le da un valor agregado y significado especial. Por otro lado se ha ido convirtiendo en un galardón que va marcando un momento determinado en la gente de teatro que lo ha recibido y que es muy respetable, como Sabina Berman, Carlos Solórzano, Hugo Hiriart, José Ramón Enríquez.

     Quien es autor de obras como Bajo tierra, La puerta del fondo, El tísico y Dolores o la felicidad, confiesa que llega en un momento clave, cuando se siente a la mitad del camino dentro del terreno teatral: “Me siento en buena forma, me estoy haciendo preguntas más sofisticadas sobre mi oficio, poniéndome yo mismo retos más difíciles”.

     Considera que el paso del tiempo ha sido importante para su quehacer, ya que le ha permitido desarrollar ciertas habilidades para construir estructuras teatrales y manejar atmósferas que tienden más hacia lo abstracto, hacia lo onírico. Además, ha tenido un cambio muy marcando en cuanto a la carga de humor y ligereza en sus textos.

     -Y la filosofía de por qué hacer teatro ¿también ha cambiado?

     “Ha variado en el sentido de que soy más consciente de las herramientas y retos que implica el momento histórico del teatro en el país, cuando se vive un momento muy difícil. Cuando yo me involucré como espectador había más afluencia, el peso de los medios de comunicación no era el mismo, las tentaciones para el propio dramaturgo no eran las mismas, etcétera”.

     Durante 25 años, Olguín ha emprendido una serie de proyectos y actividades que le han permitido abogar por el arte teatral. Ha escrito y dirigido numerosas puestas en escena, ha ejercido la docencia en diversas instancias educativas (como la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y el Foro Teatro Contemporáneo) y está al frente de Ediciones El Milagro así como del Teatro El Milagro, por mencionar algunos.

     Esa experiencia le permite asegurar que el teatro es la más difícil apuesta en la escritura dramática, porque “el universo de ficción lo sostienen las palabras, el diálogo, no así el guionismo por ejemplo, que lo sostiene en gran medida la imagen. Además, la escritura teatral implica una larga tradición y una visión hacia atrás, empezando por los mismísimos griegos”.

     Respecto a aquello que inspira a un dramaturgo como él, Olguín comenta que sin lugar a dudas sigue siendo la verdad humana, la moralidad humana, un tópico que podría parecer un pleonasmo cuando la vida misma ha sido fuente de inspiración eterna para los creadores.

     Olguín se niega a crear siguiendo prototipos: “Me niego a seguir modas, a ceder, a ser complaciente. Quiero seguir explorando de la manera más profunda el corazón humano”.

     En cuanto a la clave para mantenerse como un dramaturgo vigente, apunta que muchas son las posibilidades; sin embargo, él ha aplicado las siguientes: mantener un diálogo entre el presente y el pasado, estar atento al pulso de los tiempos, y lograr un vínculo profundo con la escena.

     -¿Cuál es el ritual de escritura de David Olguín y si acaso mantiene el mismo desde sus orígenes como dramaturgo?

     “A mí me pasa que siempre tengo claro lo que voy a escribir. Quizá no la anécdota pero sí el tema. Empiezo a prepararlo, a veces exhaustivamente, como una especie de boxeo de sombra y de entrenamiento. Mi etapa de preparación puede ser muy larguísima y concienzuda, pero los periodos de escritura no son tan largos, se van cocinando pronto”.

     Al preguntarle cuál sería el mejor consejo que les daría a quienes apenas inician en el sendero del teatro, expresó: “Soy súper reacio para los consejos, pero creo que aconsejaría a un hombre que da buenos consejos: Chéjov, quien tiene espléndidos consejos sobre el oficio. Es un autor que mezcla por un lado la serenidad, profundidad y la ambición para tocar la fibra del sentimiento humano, pero siempre con una dosis de humor y autoironía, que no hay que creérsela nunca. Por otro lado, la actitud chejoviana habla de que todo tenga ambigüedad, multiplicidad de sentidos”.

     Finalmente, el dramaturgo y director mexicano comenta que está escribiendo un texto sobre La Castañeda, el manicomio que Porfirio Díaz fundó  un 2 de septiembre de 1910 para celebra nuestro primer centenario de la Independencia.

     Olguín explicó la razón de elegir este tema: “Tengo la sensación cuando salgo a la calle de que cada vez hay más gente extraviada, indigente, y que siento que ocurrió de manera semejante en ese entonces; eran como los despojos de la modernidad, de los que se van quedando a lado, en las orillas”.

     La idea es que dicho montaje se estrene a principios de septiembre en el Teatro El Milagro. El Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón, le será entregado durante las Jornadas Alarconianas en Taxco, Guerrero, que inician este viernes 21 de mayo.