Samuel Ramos, filósofo que buscó comprender la forma de ser y actuar del mexicano

  • Efemérides
Información: JLB
Comunicado No. 843/2010
08 de junio de 2010

***El pensador michoacano intentó explicar el porqué de comportamientos como el machismo y el nacionalismo exacerbado

***Su estudio capital, El perfil del hombre y la cultura en México, marcó a toda una generación de escritores, filósofos e investigadores

El filósofo michoacano Samuel Ramos Magaña (8 de junio de 1897-21 de junio de 1959) es uno de los primeros pensadores modernos de México que se adentró en la forma de ser y pensar del mexicano, en tratar de hallar respuestas al porqué de su particular forma de ver el mundo y verse a sí mismo.

En ocasión del 113 aniversario de su natalicio Conaculta rinde homenaje a este filósofo, autor de un texto fundamental: El perfil del hombre y la cultura en México (Imprenta Mundial, 1934, reimpreso por Espasa-Calpe Mexicana, colección Austral, 1965-1972), con el cual buscó comprender la forma de actuar del mexicano.

Aunque no fue el primero ni el único, Ramos tiene el privilegio de haber sistematizado el conocimiento filosófico de su época, además de sumar nuevos enfoques a su interpretación, como las aportaciones de Sigmund Freud y el psicoanálisis, y otros avances científicos. El resultado fue una obra híbrida, mezcla de filosofía, ensayo literario, psicología e historia que sentó las bases para un debate que, aun hoy día, persiste.

     Orígenes y estudios

     A pesar del deseo paterno (el médico Samuel Ramos Cortés) de que estudiara medicina, Samuel Ramos siempre sintió inclinación por el estudio de la literatura y la filosofía. Después de recibir instrucción básica en Morelia, Michoacán, el joven Ramos viaja a la capital del país y se inscribe en la Escuela de Medicina, no obstante, acude como oyente a clases de filosofía de Antonio Caso en la Escuela de Altos Estudios. Deja medicina y termina sus estudios de filosofía en 1919. Posteriormente obtiene su maestría y doctorado en la Universidad Nacional.

     Para el joven Ramos, quien en su juventud ya leía a Spencer, el psicólogo E. Tichener y Stuart Mill; pero también al filósofo escolástico español Jaime Balmes, el pensamiento de Antonio Caso fue una influencia determinante. En 1921 ingresa como profesor de ética en la recién creada Escuela Nacional Preparatoria, donde permanece hasta 1926, cuando viaja a Francia para estudiar en la Sorbona de París y el Colegio de Francia, después pasó una temporada en Roma y conoció Moscú.

     Regresa a México con nuevos bríos e ideas renovadas por su aproximación a las ideas de Hartmann, Scheler, Husserl, Heidegger y, especialmente, a la filosofía de José Ortega y Gasset, toma la determinación de marcar distancia con su mentor: Antonio Caso.

     En 1927, publica un artículo criticando la filosofía de Caso, en la recién creada revista Ulises, dirigida por los jóvenes escritores Salvador Novo y Jorge Cuesta, también publicaba en ella el poeta en cierne Xavier Villaurrutia. La respuesta de Caso —la principal figura del nuevo nacionalismo mexicano, apoyada por el presidente Álvaro Obregón y el secretario de Educación Pública José Vasconcelos, otro filósofo—, no se hizo esperar y más que filosófica fue visceral, el texto se llamó Ramos y yo (un ensayo de valoración personal) (Cultura, 1927).

     Aunque Ramos negó varias veces haber pretendido la confrontación con su maestro, los hechos fueron muy diferentes. No sería la única batalla que tendría que afrontar Ramos para defender sus ideas. En 1929, en la revista Contemporáneos publicó el artículo “La cultura criolla”, que más tarde formaría parte de El perfil del hombre y la cultura en México. Para 1932, sería llevado a juicio por un artículo publicado en la revista Examen (“Psicoanálisis del mexicano”, que también pasaría a formar parte del texto El perfil…), y por otro texto del escritor Rubén Salazar Mallén, junto con el director de la publicación, Jorge Cuesta.

     México y lo mexicano

     El dar una respuesta a lo que significa ser mexicano o, más extensamente, latinoamericano. No se inicia y termina con Ramos: ¿qué somos, de dónde venimos y a dónde vamos? ¿Qué nos hace diferentes? Son preguntas que han tratado de responder, en nuestro ámbito de pensamiento, escritores y filósofos como José Vasconcelos (La raza cósmica, 1925), Alfonso Reyes, Rodolfo Usigli, Leopoldo Zea, Octavio Paz (El laberinto de la soledad), Santiago Ramírez (Psicología del mexicano) y más recientemente el antropólogo y sociólogo Roger Bartra (La jaula de la melancolía), entre otros.

     Así, Ramos se inscribe en una tradición decimonónica que tiene su mayor exponente en el escritor uruguayo José Enrique Rodó (Ariel, 1900), y por un filósofo casi olvidado pero que fue muy influyente en el grupo del Ateneo (al que pertenecían Caso y Vasconcelos): Ezequiel A. Chávez, quien por 1900 publicó en la Revista Positiva “un estudio de las características del ser del mexicano y, al parecer, fue el primero en hacerlo”, asegura la investigadora María del Carmen Rovira Gaspar, en su muy bien documentado ensayo “Samuel Ramos ante la condición humana”. A más de los estudios publicados por Antonio Caso y José Vasconcelos.

     Para elaborar su interpretación de la esencia de la mexicanidad, Ramos se basó en el pensamiento del filósofo español Ortega y Gasset, quien proponía que lo esencial de la cultura está en el modo de ser del hombre, que se moldea a partir de su circunstancia, y en las ideas psicoanalíticas del Alfred Adler (1870-1937), discípulo de Freud, quien basó sus estudio en el “complejo de inferioridad”.

     Para Samuel Ramos se vuelve necesario explicar cómo piensa el mexicano, basado en las experiencias, muchas veces traumáticas, de su historia. Así, concluye que el mexicano “imita” la cultura europea y anglosajona como un mecanismo psicológico inconsciente de defensa, y sus sentimientos de “inferioridad” y “autodenigración” son una respuesta a su necesidad de evadir (y despreciar) la realidad.

     “El perfil del hombre —según Ramos—, es un producto de sus motivaciones, sentimientos y resentimientos adquiridos a través del tiempo”.

     El filósofo comentó muchas veces que los mexicanos “no eran”, pero sí se “sentían inferiores” —lo llama “sentimiento de inferioridad”— con respecto a otras personas de otras culturas, lo que los había llevado a representar una existencia ficticia que se distingue por ciertos rasgos negativos como la pedantería, la agresividad, el machismo y la inseguridad. Y acotó: “Mientras no se defina su modo de ser (del mexicano), sus deseos, sus capacidades, su vocación histórica, cualquier empresa de renovación en sentido nacionalista será una obra ciega destinada al fracaso”.

     Los machos mexicanos

     Para exponer sus ideas sobre el machismo, Ramos se basó en el ejemplo del “peladito”, ese personaje de la clase baja urbana que ha sido blanco desde que vino al mundo de burlas e injusticias: “En sus combates verbales atribuye al adversario una feminidad imaginaria, reservando para sí el papel masculino. Con este ardid pretende afirmar su superioridad sobre el contrincante”.

     Para el macho mexicano lo femenino es lo bajo: el miedo, la cobardía, lo temeroso y blando, así el macho se apropia de los valores masculinos, y los relaciona con la valentía y el nacionalismo exacerbado: ser mexicano es sinónimo de hombría, y ser hombre es ser valiente. ¡El mexicano no se raja!

     También Ramos criticó frontalmente la política nacionalismo, impulsada desde el gobierno, pues la consideraba una burda copia de países extranjeros: “El tono dominante en la política de México durante los últimos años, es el radicalismo. La demagogia se ha encargado de propagar entre las masas doctrinas sociales extremas que carecen de arraigo en México, y que, teniendo en cuenta la realidad del país, resultan utópicas en absoluto. Se podría decir que, en general, los ideales políticos tienen muy poca o ninguna relación con las posibilidades reales del país. En política, como ocurre desde hace cien años, seguimos imitando a Europa.”

     A decir de Mario Magallón Anaya, investigador del Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos de la UNAM: “El carácter del mexicano se singulariza por el conjunto de manifestaciones como la arrogancia, la violencia verbal, el machismo, el uso de imágenes sexuales para mostrar ‘su poder’. Así, por ejemplo, la exclamación ‘como México no hay dos’ es una expresión de falso nacionalismo, como lo es el despilfarro y la falta de planeación; como lo es el aparente desprecio por la vida, como signo de valentía y poder y el menosprecio de la mujer, por ser ‘muy hombre’; empero, también aparece el ‘llanto a flor de piel’, especialmente en las grandes emociones o en estado de embriaguez. Todos estos son considerados, por Ramos, como síntomas del ‘sentimiento de inferioridad’ que, de acuerdo con las teorías psicológicas de Jung y Adler, tienen su contrapeso en un ‘sentimiento de superioridad’ que pregona a la persona como forma de autoafirmación ante su debilidad.”

     Sin embargo, Ramos —que después de recibir muchas críticas de tirios y troyanos reconoció que su obra estaba inconclusa y que su aporte, más psicológico-literario que filosófico, estaba encaminado abrir brecha para otros investigadores— dejo claro que los mexicanos, una vez reconocido el mal alcanzarán “la cura” de su dolencia: “Cuando el mexicano haya escapado del dominio del inconsciente, querrá decir que ha aprendido a conocer su alma. Será entonces el momento de comenzar una nueva vida bajo la constelación de la sinceridad”.

     Ramos y el magisterio

     La investigadora Rovira Gaspar hace un recuento del importante papel que jugó Ramos en la formación de una nueva generación de filósofos: El interés de Ramos por el pensamiento filosófico mexicano “lo llevó a proponer y fundar en el año de 1941 la cátedra de historia de la filosofía en México, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, hecho académico de gran significación y proyección al interior de la tradición filosófica mexicana ya existente. Quizá todavía no se ha reconocido suficientemente la importancia y proyección que tuvo en su momento y por siempre, la creación de dicha cátedra”.

     Entre los años treinta y cuarenta convivieron en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ubicada en el edificio de “Mascarones”, profesores de gran valía como Antonio Caso y Samuel Ramos, además del grupo de los “trasterrados” por la Guerra Civil Española: Juan David García Bacca (filósofo de la Universidad de Barcelona y perteneciente al Círculo de Viena), Joaquín Xirau (padre del poeta y filósofo Ramón Xirau), José M. Gallegos Rocafull, Adolfo Sánchez Vázquez y José Gaos, entre otros.

     Samuel Ramos fue nombrado en 1945 director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, cargo que desempeñó hasta 1950. En el año de 1954 fue nombrado Coordinador de Humanidades de la UNAM.

     Irónicamente su discurso de ingreso al Colegio Nacional, el 8 de julio de 1952, fue una disertación sobre el valor de la obra de Antonio Caso, mismo que fue contestado por José Vasconcelos.

     Entre las muchas obras que Samuel Ramos publicó destacan: El perfil del hombre y la cultura en México (varias ediciones, Austral, 1965-1972); Hacia un nuevo humanismo; Veinte años de educación en México e Historia de la filosofía en México en Obras Completas (México, UNAM, Nueva Biblioteca Mexicana, 1976, reedición de 1990). En 1997, el Fondo de Cultura Económica publicó Hacia un nuevo humanismo. Programa de una antropología filosófica.