Amalia Hernández: símbolo de la mexicanidad

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Información: JRA
Comunicado No. 2399/2011
04 de noviembre de 2011

***Conaculta recuerda la obra de la bailarina y coreógrafa, cuyo legado aún está vigente en los escenarios del país, a 11 años de su muerte

Amalia Hernández Navarro nació en la  Ciudad de México en 1917 y falleció en la capital del país el 5 de noviembre de 2000. Fundó en 1952 el Ballet Folklórico de México que lleva su nombre y que es emblemático del arte dancístico folclórico del país.

En ocasión de su aniversario luctuoso número once, Conaculta recuerda los aportes y trayectoria de la bailarina y coreógrafa, cuyo trabajo se caracterizó por expresar las diversas manifestaciones de los bailes populares de todas las épocas y de todas las regiones de México.

Fue laureada con el Premio Nacional de las Artes en 1992, también fundó la Escuela de Ballet Folclórico en México cuyo edificio sede fue diseñado por su hermano, el arquitecto Agustín Hernández, en 1968.

La primera generación de bailarinas mexicanas de danza moderna estudiaron con maestras como Waldeen y Anna Sokolow, pero Hernández tomó su propio camino para encontrar su proceso creativo y desarrollar propuestas artísticas vinculadas a la tradición folclórica nacional.

De esa manera Amalia Hernández logró marcar una de las tendencias más representativas de la danza mexicana en la segunda mitad del siglo XX y ser punto de partida de muchos artistas.

En un recuento de su vida, la investigadora Margarita Tortajada señala que Hernández, llegó a convertirse en un símbolo de "mexicanidad" a través de su proyecto más importante, el Ballet Folklórico de México, conocido mundialmente y utilizado como imagen del país, dentro y fuera de éste.

       Amalia Hernández ingresó en 1934 a la Escuela Nacional de Danza, dirigida por Nellie Campobello; fue alumna de ésta y de Gloria Campobello, Ernesto Agüero, Dora Duby, Tessy Marcué y Xenia Zarina.

       En 1947, en el interior del flamante Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) se creó la Academia de la Danza Mexicana (ADM), cuyos lineamientos consideraban que el arte popular era la "fuente viva de conocimiento y de carácter de lo mexicano". Guillermina Bravo fue la directora, y Ana Mérida, subdirectora.

       Más tarde, Hernández participó en la fundación del Ballet Nacional de México, dirigido por Guillermina Bravo (1948); luego se integró al Ballet Waldeen, y en diciembre de 1949 estaba de regreso en la ADM, cuando estrenó en el Palacio de Bellas Artes Sinfonía india (libreto, decorados y vestuario de Federico Silva), con la música de Carlos Chávez del mismo nombre.

       A partir de la frase "Tiembla la tierra. Comienza el canto de la nación mexicana", Hernández creó esa obra dividida en cuatro partes: Danza guerrera en honor de Tláloc, Ofrenda y duelo, Danza de Tláloc y Chalchihtlicue y Danza final de júbilo.

       En varias ocasiones Amalia Hernández se refirió al origen de su interés por la danza tradicional mexicana como un enamoramiento: se había dejado cautivar por la danza y la música que conoció en diversos lugares del país, cuando había visto y oído a campesinos e indígenas en fiestas populares o en su vida cotidiana.

       En 1950 Miguel Covarrubias ocupó la jefatura del Departamento de Danza del INBA, desde donde impulsó la danza moderna nacionalista, hasta llevarla a la cúspide de su desarrollo.

       Para él la danza mexicana debía seguir el mismo camino de la pintura y la música: surgir de la nueva ideología nacionalista, revolucionaria y esencialmente indigenista, pero expresada con un lenguaje moderno y universal; la única manifestación que consideraba válida era la danza moderna.

       Este criterio limitó las aspiraciones de Amalia Hernández, quien en 1951 había pretendido crear una danza con los sones antiguos de Michoacán. Entonces se retiró de la ADM, buscó sus propios espacios y tuvo el valor de mantener compañías independientes que le permitieron trabajar con estabilidad, con todo y los problemas económicos y de organización que ello implicó.

       Paralelamente a su trabajo con la ADM, Amalia había seguido colaborando con Waldeen; una vez separada del INBA, promovió la creación del Ballet Moderno de México (BMM) y se encargó de financiarlo, pero su maestra tomó la dirección.

       En marzo de 1952 el BMM se presentó en el Palacio de Bellas Artes y Hernández estrenó una de las obras que ha permanecido más tiempo en el repertorio mexicano, Sones michoacanos, creada según su idea original.

       En 1959 nació el Ballet Folklórico de México (BFM), cuando Amalia Hernández cambió el nombre de su grupo y fortaleció su trabajo, conjuntando esfuerzos con Felipe Segura y su compañía de danza clásica, el Ballet Concierto de México.

       En ese año viajó a Chicago para participar en el Festival de las Américas, donde obtuvo el reconocimiento del público y la crítica; incluso, la revista Life le dedicó su portada. También entonces, el nuevo director del INBA, Celestino Gorostiza, le propuso a Hernández presentarse todos los domingos a las 9 de la mañana en el PBA, el horario en que se exhibía la cortina de cristal Tiffany.

       Aunque al principio el público no asistió, después se convirtió en un éxito de taquilla, especialmente por la aceptación de los turistas, lo que se ha mantenido más de cuarenta años.

       A su llegada al PBA Hernández hizo los cambios necesarios, pues consideró que "era un teatro para ópera, por eso le metí un gran coro de música mexicana que pudiera proyectar el sentido grandilocuente que tiene la ópera".

       Amplió el espectáculo y la compañía se lanzó a un intenso trabajo para dar funciones permanentes en el PBA (104 sólo en 1960) y actuar en numerosos actos oficiales. Además, la compañía se mantenía con sus propios ingresos, hecho insólito en la danza escénica.

       1961 fue un año decisivo para la compañía. Participó en el Festival del Teatro de las Naciones de París, donde compitió con 36 espectáculos de todo el mundo y recibió el primer premio, lo que significó el lanzamiento internacional de Amalia Hernández y el BFM, con las consiguientes atractivas ofertas de empresarios de varios países.

       Hasta se le llegó a considerar un "espectáculo folclórico superdotado", con el cual Amalia Hernández había logrado convertir en realidad el sueño que tuvo hace más de cuarenta años un grupo de escritores, compositores y pintores, que bajo la tutela económica de José Vasconcelos intentó crear un espectáculo formado por los bailes y cantos de la ancha tierra mexicana.

       Asimismo, se convirtió en prototipo de la compañía de danza folclórica en el país y en modelo de todos los grupos de ese género. De allí que la compañía sea una de las pocas que sobrevive en el ámbito internacional desde la década de los cincuenta. A la fecha, la compañía sigue presentándose bajo los mismos criterios de su fundadora.