Juan O´Gorman, el último gran muralista mexicano

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Información: JRA
Comunicado No. 1346/2011
05 de julio de 2011

***Conaculta recuerda al destacado pintor, a 106 años de su nacimiento

Una de las obras más destacadas de la pintura Post-revolucionaría en México es la de Juan O’Gorman, considerado como el último gran muralista del siglo XX.

     A 106 años de su nacimiento, Conaculta recuerda su trayectoria artística y aportes en el terreno de las artes plásticas de este creador que nació el 6 de julio de 1905 y falleció el 18 de enero de 1982.

     Puede considerarse que su estilo tiene sus orígenes en las obras de Diego Rivera, del que algunos críticos le consideran como su sucesor directo. A pesar de esta aseveración, la obra de OGorman posee características personales indiscutibles.

     Destaca, entre ellas, un lenguaje propio con el que sabe conciliar la minuciosidad del detalle con la más simbólica fantasía, elementos que le ayudaron para desarrollar una obra vasta y monumental.

     Resultado de la fusión de dos culturas, del frío y estricto espíritu británico por parte de su padre y de la apasionada sangre mexicana de su familia materna, OGorman mostró desde sus primeros años de vida aptitudes excepcionales para el dibujo y la pintura.

     Estas capacidades se pusieron de manifiesto en el círculo de su padre, Cecil Crawford OGorman, quien muy pronto se sintió orgulloso de poder contar con un hijo que le sucediera dignamente en sus actividades como arquitecto.

     Procuró a partir de ese momento potenciar las aptitudes artísticas de su hijo, poniéndole en contacto con los creadores plásticos que formaban su círculo de amistades, algunos de ellos ya consagrados.

     Tras sus estudios elementales y secundarios, OGorman se inscribió en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se graduó (1921-1925).

     Posteriormente decidido a ampliar en lo posible los conocimientos técnicos que le parecían necesarios para su actividad profesional, optó por la ingeniería como complemento a su formación.

     La pintura llenaba sus momentos de ocio, la utilizaba sólo como un medio para relajarse, para olvidar las horas de concentración y de estudio.

     Lo que había empezado como una afición, como una actividad lúdica, fue interesándole cada vez más, hasta que le exigió un lugar de privilegio en su vida diaria. El arquitecto en ciernes comenzaba a mostrar los rasgos del futuro pintor.

     Es por este cruce de intereses que, a la hora de examinar la obra pictórica de Juan OGorman y su devenir en el mundo artístico mexicano, sea necesario tener en cuenta su trayectoria profesional.

     Gracias a ella, O’Gorman logró una importante contribución al desarrollo de la arquitectura contemporánea, en la que desempeñó un decisivo papel como pionero, influido por las teorías del funcionalismo, escuela que exige una definición previa del proyecto.

     También logró aportes relevantes en el campo de la arquitectura orgánica; construyó escuelas y casas-habitación, entre otras la del muralista Diego Rivera, en el año de 1931.

     Cabe destacar el proyecto que realizó para la Biblioteca Central de la Ciudad Universitaria (de 1949 a 1951), de cuya dirección de obras se encargó personalmente y que le sirvió para dejar constancia de su voluntad experimental e innovadora.

     En esa oportunidad, diseñó para sus muros exteriores un gigantesco mural de multicolores piedras, que representaba el desarrollo histórico de la cultura nacional (1952).

     Admirador de los arquitectos funcionalistas europeos, especialmente de Walter Gropius, estandarte de la célebre Bauhaus, y de Le Corbusier, O’Gorman concibió la arquitectura y el urbanismo como una adaptación a las exigencias sociales, económicas y técnicas del siglo XX.

     Sus obras se caracterizaron esencialmente por el empleo del cemento armado, los exteriores asimétricos y una constante búsqueda de aire y luz.

     Sin embargo, gracias a la influencia que ejerció en su formación el profesor J. Villagrán García, fue evolucionando hacia la corriente que ha dado en llamarse "nuevo barroco mexicano".

     Proyectó entonces edificios cuyas raíces se encuentran en las iglesias coloniales, en las construcciones religiosas previas a la Revolución Mexicana.

     Cuando en 1956 diseñó y construyó su propia casa, ubicada en el Pedregal de San Ángel, buscó inspiración en los planteamientos expuestos por Mathias Goeritz en su manifiesto de la arquitectura emocional.

     Una de las máximas preocupaciones de OGorman, tal vez su anhelo estético más emblemático, fue la unificación de pintura y arquitectura en un mismo acto creador, en un idéntico marco artístico.

     De ahí sus constantes experiencias creativas e intentos encaminados a integrar en sus obras pictóricas o arquitectónicas elementos que se consideran ajenos a los ámbitos respectivos de estas artes.

     Por ese trabajo, el artista es considerado uno de los precursores de la utilización del collage y de su introducción en los medios artísticos latinoamericanos.

     En 1936, OGorman realizó tres obras sobre la conquista del espacio para el Aeropuerto Nacional.

     Dos de ellas fueron destruidas porque tenían una exagerada representación caricaturesca de las figuras de Adolfo Hitler y Benito Mussolini, hecho que, al producirse en plena Segunda Guerra Mundial, hizo temer que pudiera provocar tensiones. La tercera de ellas se conserva en el Museo de Historia de Chapultepec.

     Por lo que respecta a la pintura de caballete, OGorman aborda temas complejos de intención y características diversas que, con un predomino del sarcasmo macabro, oscilan entre el detallismo cargado de fantasía de sus Mitos y la lineal geometría de Recuerdos de Guanajuato.

     De ahí pasa a la sátira cruel de los Enemigos del pueblo. En la elaboración de sus composiciones utilizó preferentemente dos técnicas: el temple o pintura a emulsión, para sus cuadros, que obtienen así unos colores luminosos y duraderos, mientras que el fresco fue empleado para sus murales. Su producción refleja inquietudes sociales y nacionalistas.

     Fue el inventor de formas nuevas a través de creaciones arquitectónicas y, al mismo tiempo, el continuador del puntillismo, recreando más que nunca el poder del detalle sobre el conjunto global de la obra.

     A pesar de ello, el aspecto más interesante de su producción, y el que le ha conferido un lugar destacado en el panorama de la pintura mexicana contemporánea, es la excepcional calidad de su trazo.

     A ello se agrega su sabia organización de la perspectiva, que pone en evidencia su formación de arquitecto y, sobre todo, su factura detallista, su creación de verdaderas miniaturas de perfecto acabado y orden, perceptibles incluso en el interior de sus amplias composiciones murales.

     En su repertorio de imágenes y de estilo tradujo gran parte del misterio propio de México, asumiendo vestigios de las civilizaciones precolombinas, del barroco macabro de los cultos fúnebres heredados de España y amplificados hasta la obsesión.