Francisco González Bocanegra, un hombre que vivió la pasión por las letras
Comunicado No. 30/2011
07 de enero de 2011
***Conaculta rinde homenaje al autor de la letra del Himno Nacional Mexicano, quien fue poeta, dramaturgo, crítico teatral, orador y articulista
En su corta vida de 37 años, Francisco González Bocanegra, fue un hombre que vivió por el amor a las letras; fue poeta, dramaturgo, crítico teatral, orador y articulista a autor de la letra del Himno Nacional Mexicano. Este 8 de enero se cumplen 187 años de su natalicio.
Nacido en 1824, hijo del español José María González Yáñez y de la mexicana Francisca Bocanegra Villalpando, Francisco González Bocanegra fue desterrado en 1829 junto con su familia debido al ordenamiento del primer gobierno federal mexicano que decretó la expulsión de los oriundos de la Península Ibérica.
Cerca de 10 años permaneció la familia en el puerto de Cádiz, donde Francisco recibió la educación inicial, y regresó en 1839, tres años después de que la Independencia de México fue reconocida por España.
Para sostener a su familia, Bocanegra desempeñó varios cargos dentro de la administración pública. Fue oficial archivero de la Administración General de Caminos durante el gobierno de Antonio López de Santa Anna, censor de teatro y director del Diario Oficial del Supremo Gobierno en la administración de Miguel Miramón.
Al finalizar la Guerra de Reforma, temeroso de alguna persecución en su contra por haber servido y elogiado al gobierno conservador, Francisco buscó asilo en casa de su tío materno José María Bocanegra, a pocos metros de aquella en la que escribió el Himno Nacional Mexicano.
Francisco González Bocanegra contrajo tifoidea y murió en la Ciudad de México el 11 de abril de 1861, a los 37 años de edad. Los periódicos de la capital, en breves líneas, hablaron de la muerte del "joven poeta que tanto prometía". Ninguno mencionaba el Himno Nacional, porque estaba prohibido.
A su muerte dejó poesías, composiciones heroicas y un drama llamado Vasco Núñez de Balboa. Los restos del poeta, sepultados en 1861 en el Panteón de San Fernando, fueron trasladados por iniciativa oficial al Panteón de Dolores en 1901 y el 27 de septiembre de 1932, depositados por primera vez en la Rotonda de las Personas Ilustres, y por fin, en 1942, colocados en su sitio definitivo, al lado de los del músico Jaime Nunó, quien musicalizó los versos del Himno Nacional Mexicano.
Su musa fue su esposa Guadalupe González del Pino. A Elisa, como la bautizó en su obra, además de la inspiración debe su lugar en la historia, pues, según la anécdota confirmada por sus descendientes, la prometida del poeta preparó en una apartada habitación todos los instrumentos que pudiera necesitar para componer; luego, con engaños, lo encerró bajo llave y no le permitió abandonar su cautiverio hasta que hubo puesto punto final a la composición con la que compitió y ganó el concurso convocado para escribir la letra del que sería el Himno Nacional.
El profesor y ensayista, Manuel G. Revilla, escribió en 1901 que “mucho se sabe de la formación del Himno Nacional; poco se sabe, en cambio, del autor de la letra”. A ello se debe agregar el poco conocimiento de su labor literaria.
De acuerdo con su biografía, su muerte prematura impidió que su producción fuera más abundante y que alcanzara su madurez como autor. Contribuyó también a su anonimato su carácter: más que timidez, una gran modestia le impidió tratar de ser reconocido o admirado.
Como poeta, Francisco escribió poco y publicó mucho menos, porque sentía que su canto era algo muy propio y muy íntimo que debía reservar para su persona y para la mujer fuente de su inspiración.
Ya viuda del poeta, Guadalupe González del Pino se opuso a la publicación de una colección de 46 poemas que el autor había reunido bajo el título de Vida del Corazón; motivo por el que, hasta 1954, sólo habían sido publicados 22, a los que se suman otros 15 –no comprendidos en la obra citada– que entre 1849 y 1860 aparecieron en periódicos de la época. En compensación, no es posible cuantificar la cantidad de veces que la letra del Himno ha sido publicada o interpretada.
El Bocanegra dramaturgo escribió una pieza teatral en cuatro actos, con el título de Vasco Núñez de Balboa, la que se estrenó en el Teatro Iturbide en 1856. Una de las más significativas críticas que le atrajo esta primera incursión por los escenarios fue la del español José Zorrilla quien dijo: “Su plan está bien combinado, pero conducido a su fin con demasiada lentitud, a causa de la versificación más lírica que dramática, que entorpece sus diálogos…”
Olavarría y Ferrari salió en su defensa: “Como primera composición dramática del distinguido poeta, el Vasco Núñez de Balboa no estuvo libre de defectos; pero no es despreciable composición, según han pretendido malévolos e indigestos críticos”.
Francisco González Bocanegra dejó también, aunque inconclusa, una segunda pieza que se llamaría Faltas y expiación, de la que sólo llegó a escribir el primero de los tres actos que tenía previstos.
Aun cuando sus apariciones no fueron muy numerosas, fue, sin embargo, más conocido del público como orador y declamador. Su debut lo realizó en el Liceo Hidalgo en 1850, donde pronunció su Discurso sobre la poesía nacional.
Años más tarde le correspondió pronunciar, en el Teatro Nacional, el discurso en honor a los héroes de la Independencia la noche del 15 de septiembre de 1854, misma en que se interpretó por primera vez el Himno Nacional, ya con la música compuesta por Jaime Nunó. Su última aparición antes de su muerte fue el 21 de noviembre de 1855 en la ceremonia de distribución de premios del Colegio de San Juan de Letrán.
Como censor de teatro no se muestra de ninguna manera severo o intransigente; en cambio, gracias a esa actividad, se conoce el juicio sobre los valores morales y el mérito literario de 97 obras. Sus opiniones, escritas por propia mano entre el 12 de mayo de 1859 y el 19 de enero de 1860, se conservan en una libreta de 95 páginas, empastada en cartón azul.
Del total de las obras reseñadas, únicamente recomienda se prohíba la escenificación de seis, y sólo en el caso del drama en tres actos, La vuelta al mundo, se muestra con más rigor, y eso por referirse a un tema histórico y tocar en algún punto la época de la Independencia de México. Dice: “Por tratarse de nuestra historia, no debe permitirse que los sucesos se adulteren, ni mucho menos exponerlos a que reporten el ridículo”. En cuanto al juicio literario, es parco en los elogios.
Sus opiniones, en su doble función de crítico y censor, aportan mucho al conocimiento de la personalidad de Bocanegra, y en ellas se refleja –en opinión del escritor y periodista Joaquín Antonio Peñalosa-: “el hombre apegado a su recta convicción, el censor de segura orientación moral, el crítico literario de aguda penetración, y el prosista de estilo llano que dice lo que piensa y lo que quiere”.