Mario Espinosa Ricalde, director teatral
10 de septiembre de 2010

Mario Espinosa Ricalde nace en la Ciudad de México el 11 de diciembre de 1958. Obtuvo la licenciatura en Economía en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.
Es diplomado en Dirección de Escena en el Centro Universitario de Teatro (CUT), de la Universidad Nacional Autónoma de México y en el Instituto Internacional de Teatro en Alemania.
En 1990 dirigió con Sergio Vela el montaje escénico de la ópera Faust en Bellas Artes. Ha sido asistente de la dirección del Teatro del Palacio de Bellas Artes entre 1989 y 1991.
Durante su gestión, el Programa Nacional de Teatro Escolar se amplió a 22 ciudades de la República. Se ofrecieron más de 9000 funciones a las que asistieron más de 3 millones de espectadores. La Compañía Nacional de Teatro y la Muestra Nacional de Teatro se transformaron y modernizaron.
Ha desempeñado el cargo de Secretario Ejecutivo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), realizando importantes reformas a reglas y procedimientos de la institución para dotarla de mayor transparencia y certidumbre. Se abrieron nuevos programas de apoyo como Músicos Tradicionales Mexicanos, México en Escena y México: Puerta de las Américas, y fue coordinador de Teatro del IMSS de 1991 a 1994. Ha dirigido las obras teatrales De la mañana a la media noche, Habitación en blanco y Palinuro en la escalera, por lo que recibió el premio de la Asociación Nacional de Teatro en 1994.
En 1991 dirigió en México el estreno de la ópera mexicana La hija de Rappaccini, de Catán. Ocupa desde 1995 la Coordinación Nacional de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes.
En 1997 dirigió la puesta en escena de Simón Bocanegra para la Ópera de Bellas Artes. Mario Espinosa Ricalde es director creativo del segmento Celebración de Muertos.
Celebración de Muertos
El segmento de Celebración de Muertos posee un doble sentido. Por una parte, hace honor a un rasgo esencial de la cultura mexicana: nuestra relación con la muerte en el rito ancestral y vivo de la Celebración de Muertos. Tiene el propósito de rendir homenaje a algunas de las expresiones populares y tradiciones artesanales que le han dado carácter, refinamiento, belleza y, sobre todo, vida a esta festividad mexicana. Por otra parte, busca retomar el valor simbólico de la muerte como la capacidad de transformación de una sociedad, convirtiéndolo en una ofrenda indispensable para el cumpleaños de la nación.
La muerte, tanto en la tradición indígena como en la mestiza no es vista como el fin natural de la vida, sino como una fase de un proceso cósmico.
Nos lleva a concebir vida, muerte y resurrección como estados de un mismo ciclo que se repite insaciablemente. El segmento es un viaje al inframundo, una travesía que surca las aguas del río sagrado de la vida, de la muerte y de la resurrección. En vez de aguardar la visita de los difuntos los Días de Muertos, con altares en casas y panteones, nos orilla a emprender el viaje inverso. Los contingentes del segmento realizan un recorrido que les lleva a pasar por lo espiritual, lo trágico y lo lúdico de la existencia, para poder renovarse y reemprender el camino de la vida.