Letras y futbol, dos pasiones que se funden en las páginas
Comunicado No. 896/2010
17 de junio de 2010
***Más allá del fenómeno mediático que cada cuatro años se expande como ola en el mundo, la pasión por este deporte ha conquistado el corazón de no pocos escritores, quienes han sublimado en el terreno de la literatura el toque de balón
Por lo menos desde hace tres décadas las letras y el llamado “juego del hombre”, el futbol, están de luna de mil. Cada vez que ocurre una Copa Mundial de Futbol los estantes de las librerías se llenan con crónicas, cuentos, poemas y anecdotarios alusivos al balompié para compartir, a través de la literatura, el ritual deportivo y mediático.
Si en algún momento el británico Rudyard Kipling y el argentino Jorge Luis Borges marcaron las distancias entre futbol y literatura, desde hace varios mundiales cambió la percepción de los escritores, quienes no sólo se declararon aficionados de lo que sucedía en las canchas —algunos jugaron en equipos de nombres impronunciables— sino que se dedicaron a traducir en palabras el juego que, se dice, es el más practicado en todo el orbe.
Ya lo dijo Juan Villoro, “Dios es redondo”, al menos cada cuatro años. El escritor mexicano se ha dedicado a cronicar y crear una verdadera filosofía en torno al balompié: “Cuando los héroes numerados saltan a la cancha”, escribe, “lo que está en juego ya no es un deporte. Alineados en el círculo central, los elegidos saludan a la gente. Sólo entonces se comprende la fascinación atávica del futbol. Son los nuestros. Los once de la tribu”.
La literatura de futbol tiene notables antecedentes. En Francia, Albert Camus, Premio Nobel de Literatura, quien fue portero en la Universidad de Argelia, escribió: “Todo lo que sé con certeza acerca de la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al futbol”.
Otro Premio Nobel, el poeta chileno Pablo Neruda escribió en Los jugadores (1923): “Juegan, juegan, agachados, arrugados, decrépitos”, incluido en Crepusculario. Homenaje al deportista, sin llegar al futbolista. O la Oda a Platko de Rafael Alberti, dedicada en 1928 a un portero húngaro del Barcelona: “Tú, llave, Platko, tú, llave rota, llave áurea caída ante el pórtico áureo”.
El periodista Hernán Brienza, en Clarín, refirió de otros hinchas adelantados: “En los años veinte, el peruano Juan Parra del Riego y el argentino Bernardo Canal Feijóo escribieron: Penúltimo poema del futbol y Horacio Quiroga publicó Suicidio en la cancha, basado en el caso real de un jugador del Nacional que se pegó un tiró en el círculo central de la cancha. De aquellos tiempos es el primer relato totalmente ficcional sobre futbol en el Río de la Plata: la novela del francés Henri de Montherlant Los once ante la puerta dorada.” También Roberto Artl, incisivo, dedicó un aguafuerte al Seleccionado Nacional (argentino).
Ya en 1955, consigna Brienza, el uruguayo Mario Benedetti abrió el marcador latinoamericano con su ya célebre cuento Puntero izquierdo, publicado en el libro Montevideanos. La nómina la engrosaron con Gabriel García Márquez, Juan Carlos Onetti, Leopoldo Marechal y Ernesto Sábato.
El paraguayo Augusto Roa Bastos, en el El crack narra la historia del Goyo Luna, delantero izquierdo del club Sol de América, que vuelve desde la muerte para librar su último partido.
En Brasil, Jorge Amado y Rubem Fonseca se suman a la lista, es muy celebrado el poema que Vinicius de Moraes dedicó al delantero Garrincha.
En Perú, Julio Ramón Ribeyro es hincha de la “U”; Carlos Germán Belli tiene dos poemas sobre el futbol; el vate Abelardo Sánchez León, “volante de contención foulero que pateaba de la rodilla para abajo” y, por supuesto, Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique.
En España, también saltan de la cancha de futbol a la de las letras el poeta del pueblo Miguel Hernández; Miguel Delibes y Camilo José Cela, autor de Once cuentos de futbol (1963).
Ni Borges, que odiaba el futbol (“esa cosa estúpida de ingleses”, escribió), se ha escapado a la edición futbolera. Se ha antologado hasta el cansancio su cuento escrito a cuatro manos con Bioy Casares (firmado con el seudónimo H. Bustos Domecq) en el que sostiene que el futbol ha dejado de existir y sólo vive en la imaginación de los comentaristas deportivos. El cuento lleva por título en latín Esse est percipi significa algo así como “Ser es ser percibido”.
De las planas a libro impreso
Es un hecho que los escritores de futbol tienen su mejor antecedente en las crónicas deportivas publicadas en los diarios. Juan Villoro comenta en Reforma que a este proceso influyeron “figuras decisivas: Nelson Rodrigues, en Brasil; Manuel Vázquez Montalbán, en España; Eduardo Galeano, en Uruguay; Osvaldo Soriano y Roberto Fontanarrosa, en Argentina”.
Agrega que “también aparecen grandes cronistas eminentemente deportivos, como Santiago Segurola, en España, y futbolistas como Eric Cantona, en Inglaterra y Francia; Jorge Valdano, en España y Argentina; Félix Fernández, en México”.
Manuel Vázquez Montalbán se destacó por sus célebres crónicas futboleras, tanto como otro gran periodista: Julián Marías. Además el autor catalán llevó a su detective Pepe Carvalho a las entrañas del mundillo futbolero en el libro El delantero centro fue asesinado al atardecer (Planeta, 1988). En Italia brillaron las crónicas de Gianni Brera.
En su texto El balón y la cabeza (Letras Libres, 2002), Juan Villoro comenta la necesidad de poner en palabras lo que sólo existió por un instante: “Las crónicas de fut comprometen tanto a la imaginación que algunos de los grandes rapsodas han contado partidos que no vieron… El futbol exige palabras, no sólo las de los profesionales, sino las de cualquier aficionado provisto del atributo suficiente y dramático de tener boca”.
De las páginas perecederas diarias las crónicas pasaron a las más perdurables, encuadernadas, con tapas o portadas y conservadas en estantes. Así figuran entonces La guerra del futbol y otros reportajes (Anagrama, 1992), del veterano reportero y escritor polaco Ryszard Kapuscinski, que narra el conflicto armado que se desató entre Honduras y El Salvador, en 1969, cuando sus selecciones nacionales se jugaban la calificación al Mundial de Futbol México 1970. Hubo más de 10 mil bajas.
Sobre futbol y violencia, se puede leer Entre los vándalos (Anagrama, 1992), del escritor estadounidense Bill Buford, que analiza el fenómeno de las porras inglesas (cuyos miembros son conocidos como hooligans). Otro escritor que recientemente ha destacado es el austriaco Stefan Griebl, quien firma con el seudónimo Franzobel, con Mundial. Oraciones al dios futbol y Futbolcracia.
La porra mexicana
Los once de la tribu (Aguilar, 1995/ Suma de letras, 2005) y Dios es redondo (Planeta, 2005/ Anagrama, 2006), de Juan Villoro, son crónicas para entender el futbol y a nosotros mismos como afición, títulos que por lo demás dan cuenta de la filosofía futbolera.
En México es larga la nómina de escritores que le han dedicado uno o varios textos al futbol. En 1998, apareció Hambre de gol, crónicas y estampas del futbol (Cal y Arena, 1998), donde Ignacio Trejo Fuentes y Juan José Reyes recogieron los textos de una veintena de autores, entre ellos, Villoro, José Woldenberg, el poeta Efraín Huerta, Josefina Estrada, Pedro Ángel Palou, José Antonio Alcaraz, Marcial Fernández, los poetas españoles Miguel Hernández y Rafael Alberti, y el narrador argentino Mempo Giardinelli.
Este año, la editorial Ficticia editó la antología Cuentos mundialistas, que reúne el trabajo de 19 periodistas mexicanos y argentinos, con prólogo de André Marín y textos de Maracho, Aníbal Santiago y Héctor Cruz Pérez, entre otros.
Ficticia tiene la colección Ediciones del Futbolista con títulos como También el último minuto, cuentos de futbol (2006), donde Marcial Fernández reunió autores como Vicente Leñero, Rafael Ramírez Heredia, Leo Eduardo Mendoza, el poeta Eduardo Langagne y el cineasta Carlos Cuarón, entre otros. Además del Anecdotario del futbol mexicano (2006), de Carlos Calderón Cardoso, libro en el que se desentraña la verdadera historia del “Síndrome del Jamaicón” (un jugador que extraña su patria una vez que juega fuera) y Guantes blancos. Las redes del futbol (2002), y Guantes blancos. Personajes del futbol (2010), del ex portero y seleccionado mexicano Félix Fernández Christlieb.
El escritor Rafael Pérez Gay, autor de Sonido local. Piezas y pases de futbol (Cal y Arena, 2006), dio a conocer sus crónicas desde Francia 98 hasta Corea-Japón 2002, así como una remembranza de las amargas derrotas de la Selección Nacional de 1962 hasta nuestros días.
Como en el futbol, “en la literatura también existen las caídas, la forma en que se va tejiendo el juego mismo, es decir, tanto la escritura como el futbol no dependen de una sola persona, sino de quien te acompaña, te ayuda, te va formando, como si se fuera haciendo un equipo a lo largo de la vida”, declaró Pérez Gay a El Universal.
También se pueden leer Cámara húngara (Joaquín Mortiz, 2004), de Javier García Galiano, novela que trata de los bajos fondos y su relación con el futbol. En el Nombre del Futbol (Ediciones B) y Futbolistas. El club de los cien (Ediciones B, 2006), con textos de la periodista argentina radicada en México Mónica Maristáin e imágenes del fotógrafo italiano Andrea Staccioli.
Luis Miguel Aguilar dedicó al futbol el relato El gran toque. En 2006, el poeta mexicano Antonio Deltoro fue incluido en la antología española Poesía a patadas, junto con los poetas latinoamericanos Blanca Varela (Perú), Thiago de Mello (Brasil); Claudio Bertoni (Chile); Mario Benedetti y Eduardo Galeano (Uruguay).
El periodista Nicolás Alvarado nos informa de una curiosa pieza musical, titulada Ínguesu (2003), que se halla en el disco Antagónica del compositor mexicano Enrico Chapela, que se inspiró en el triunfo de México contra Brasil en la Copa Confederaciones de 1999.
La barra argentina
Jorge Valdano, nacido en Santa Fe, Argentina, es todo un fenómeno del deporte y de las letras. Seleccionado por su país natal en México 1986, jugó y dirigió al Real Madrid, con el cual saboreó la gloria de varios campeonatos. En la escritura también ha destacado, colaborando en prestigiosos diarios y publicando los libros Valdano, sueños de futbol (1994), Los cuadernos de Valdano (1997) y Apuntes del balón (2001).
“No hay nada más relajante que una gran novela”, le confió Valdano al periodista Luis García. Y debe ser cierto, pues Valdano comenzó a escribir mientras jugaba y llevaba libros al vestidor, a veces a escondidas de un par de entrenadores que pensaban que “leer era dañino para la concentración”.
Valdano, en sus Cuentos de Futbol 1 y 2 (Alfaguara, 1995 y 1998), reunió a un interesante plantel encabezado por Borges y Bioy Casares, Mario Benedetti y Antonio Skármeta, seguido de Rafael Azcona, Joaquín Leguina, Juan Manuel de Prada y Soledad Puértolas, entre otros. Sobresale, en el primer tomo, el cuento del propio antologador titulado “Creo vieja que tu hijo la cagó”.
Ya en la pampa, destaca el periodista y caricaturista Roberto Fontanarrosa (creador de “Inodoro Pereyra” y “Boogie, el Aceitoso”), quien compiló Cuentos de futbol argentino (Alfaguara, 2003), donde reúne a lo más granado de la escuadra albiceleste: Borges & Casares, Marcelo Cohen, Humberto Costantini, Alejandro Dolina, José Pablo Feinmann, Inés Fernández Moreno, Rodrigo Fresán, Elvio E. Gandolfo, Liliana Heker, Héctor Libertella, Diego Lucero, Marcos Mayer, Pacho O’Donnell, Guillermo Saccomanno, Juan Sasturain, Osvaldo Soriano, Luisa Valenzuela y el antologador.
También el periodista radiofónico Alejandro Apo, seleccionó y escribió el prólogo de Y el futbol contó un cuento (Alfaguara, 2007), donde aparecen Benedetti, Isidoro Blaisten, Alejandro Dolina, Roberto Fontanarrosa, Mempo Giardinelli, Pablo Ramos y Eduardo Sacheri, entre otros. De este libro, Apo montó un espectáculo literario-musical que ha dado más de mil funciones.
Mención aparte merecen los libros de Osvaldo Soriano, que a través de las letras recrea su infancia y adolescencia en el mítico barrio de San Lorenzo, como en Arqueros, Ilusionistas y Goleadores (Seix Barral, 2006) y Cuentos de los años felices (Sudamericana, 1993), donde aparece el cuento Pensar con los pies, que narra la fantasía de una contienda deportiva en una Patagonia poblada de personajes reales e imaginarios. Además de Soriano y Fontanarrosa (El mundo ha vivido equivocado, Ediciones de la Flor, 1998), han sido incansables cronistas y cuentistas del futbol Alejandro Dolina y Juan Sasturain (Manual de perdedores I y II, 1985-1987; Arena en los zapatos, 1988).
Si en el mundial pasado Rodolfo Braceli, se lució con Perfume de gol (Planeta) una serie de cuentos donde la mujer es la protagonista. Recientemente, en Argentina, se han publicado dos libros de autoras, se trata de Apache (Tamarisco, 2010), de Sonia Budassi, la crónica de la cacería de un año para entrevistar al ídolo Carlos Tévez y Mujeres con pelotas (Ediciones del Dragón, 2010), una antología de Mabel Pagano, que junta 26 cuentos de escritoras como Patricia Suárez y Laura Fava, entre otras.
Cruzando el Plata
No podemos abandonar estas páginas sin rendir tributo al más notable escritor de futbol que ha dado Latinoamérica, el uruguayo Eduardo Galeano, quien se consagró con El futbol a sol y sombra (Siglo XXI, 1995-2000). En el primer texto reflexiona:
“La historia del futbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí. En este mundo del fin de siglo, el fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable.
“El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, futbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue.
“Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad.”
Si “el futbol es la recuperación semanal de la infancia”, como dice Javier Marías y Pier Paolo Pasolini colocó al acto colectivo de imaginar —“partir de la mitad del campo, driblar a todos y marcar el gol”— como un sueño; Galeano cerró la pinza: “Cuando el buen futbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece”.